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"Un amigo de Miguel le cuenta que un sacerdote ha organizado un oratorio
en el Refugio de la Marquesa Barolo. Movido por la curiosidad, Miguel
acepta ir con su amigo a este oratorio. Precisamente en esos días el
Oratorio se ha trasladado a los Molinos en la periferia de la ciudad,
hacia el río Po. Allí Rua reconoce en aquel sacerdote al amigo Don Bosco
que había conocido tiempo atrás.
Los dos son recibidos de una forma tan amable que Miguel queda sorprendido. Éste, sin embargo, en los tres años siguientes, frecuentará
aquel ambiente sólo de vez en cuando. Pero Don Bosco no lo perderá
nunca de vista: ha comprendido que Miguel Rua, por sus dotes y espiritualidad, es la persona justa para continuar su misión entre los jóvenes."
(Boletin Salesiano)