Me encontré con mi primo en Tallin, la capital de Estonia. La primera vez en la que veía a un familiar después de meses. Lo primero es lo primero y así fue apenas llegamos ya nos fuimos a conocer su noche y a argentinizar el mundo (a pesar de que mi primo es brasileño), amanecimos 10 puntos (Alikal de Estonia modo On) y nos fuimos a hacer una visita por su casco histórico, aprovechando el vacío que tiene la ciudad antes de las 11 de la mañana. Un día que pintaba ser soleado, terminó siendo nublado y hasta con una garúa de agua nieve. La decisión fue unánime: "nos vamos para el sauna". Lugar como pocos si los hay este Sauna, que en realidad era un Banya ruso lleno de personas de esta nacionalidad en estado natural y con ganas de sacudirme la palmera en la cara. Después de tanto stress en donde fuimos a buscar relax, nos clavamos una buena hamburguesa (vegana en mi casa) en un restaurante argentino, para sentirnos como en casa, a pesar de estar más de 15 mil kilómetros de la tierra campeona del mundo.
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