AL ATROPELLAR A UN GRANJERO, EL MILLONARIO QUEDÓ PARALIZADO AL VER SU CICATRIZ... LA MISMA QUE...
Alejandro Valdés, un influyente empresario, acababa de salir de una larga y exhaustiva reunión de negocios. El crepúsculo se acercaba, y la carretera desierta frente a él parecía una invitación para sumergirse en pensamientos que evitaba durante el día. Su hijo, Miguel, desaparecido hace años, aún ocupaba sus pensamientos con un dolor constante y silencioso. Conduciendo por esa carretera vacía, Alejandro se distrajo con recuerdos de su hijo. La sonrisa de Miguel, sus travesuras de niño, todo parecía un sueño distante. Fue en ese momento, inmerso en sus recuerdos, que Alejandro perdió la concentración y, en un instante, vio una sombra cruzar la carretera. Intentó esquivar, pero era demasiado tarde. El impacto fue inevitable. El coche se detuvo bruscamente, y Alejandro, con el corazón acelerado y la mente en shock, salió rápidamente para verificar a la víctima. En el suelo, un hombre humilde estaba caído, inconsciente. Alejandro se arrodilló a su lado, intentando evaluar la gravedad de la situación. Fue entonces que algo llamó su atención: una cicatriz en forma de estrella en el brazo del hombre, idéntica a la que Miguel tenía desde niño.
Una mezcla de choque y esperanza invadió a Alejandro. ¿Podría ser posible que ese hombre fuera su hijo desaparecido? No podía perder esa oportunidad. Con cuidado, levantó al hombre y lo colocó en el coche, conduciendo rápidamente hacia su mansión. Durante el trayecto, Alejandro no podía apartar la esperanza de que finalmente había encontrado a Miguel. Al llegar a la mansión, llamó a sus empleados para que lo ayudaran a llevar al hombre adentro. Lo colocaron en una habitación de huéspedes, donde Alejandro esperaría a que despertara para empezar a investigar su identidad. Mientras esperaba, Alejandro se preguntaba cómo ese hombre, que parecía tan diferente de su hijo, podía tener la misma cicatriz. Decidido a descubrir la verdad, se sentó al lado de la cama, observando cada detalle del rostro del hombre, buscando cualquier pista que confirmara sus sospechas. Y así, la noche pasó lentamente, con Alejandro lleno de esperanza y ansiedad, esperando que ese encuentro inesperado fuera la respuesta a sus plegarias. El sol comenzaba a salir cuando Juan abrió los ojos, encontrándose en una habitación lujosa que no reconocía. La mente confusa y nublada no podía recordar cómo había llegado allí.