Muchas personas desconocen las cadenas que los tienen atrapados.
1. En ocasiones las palabras que hemos escuchado se convierten en cadenas para nuestra mente porque nos hacen pensar que somos incapaces o inútiles o indignos de ser amados.
2. Otro modo de cadena son los afectos que nos unen a aquellas personas que consideramos demasiado importantes, hasta el punto de rendirnos a ellos. La manera de saber si una amistad o relación es tóxica es darse cuenta si uno empieza a disimular las propias convicciones o si empieza a tratar de demostrarle a alguien que uno si es capaz de hacer lo que le exigen.
3. Las cadenas más conocidas son los vicios. Es difícil salir de nuestros vicios porque muchas veces negamos que los tenemos y nos decimos mentiras. Además a nuestros gobiernos les conviene que nosotros seamos viciosos porque la abundancia de opciones produce ilusión de libertad, incluso si son opciones que destruyen. Por eso muchos políticos se convierten en entusiastas proponentes de toda clase de vicios. Y es que además es un hecho que la gente viciosa se concentra sólo en lo que le produce satisfacción y por eso son un rebaño fácil de engañar y de gobernar.
4. El demonio también amarra nuestra alma, especialmente a la incredulidad, porque bien conoce que si nuestra fe es robusta él lo tiene todo perdido.
5. Finalmente no olvidemos que las ventajas mismas que trae el pecado nos atan y nos condicionan y por esas ganancias falsas perdemos la libertad y la felicidad verdaderas.
Cristo nos rescata de estas y de todas las cadenas porque es grande, sabio, poderoso y compasivo. Y ninguno de los obstáculos que es fuerte para nosotros es capaz de vencerlo a él.
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