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A Jesús lo criticaban siempre. Hiciera lo que hiciera. Si comía, porque comía. Si celebraba, porque celebraba. En el fondo, esa opinión pública, voraz e implacable, no podía aceptar que fuera feliz. Con una felicidad diferente, libre, capaz de acoger las luces y las sombras. La felicidad que se atrevió a convertir en bienaventuranzas