Tamara, una mujer venezolana que emigró a Colombia, decidió caminar hasta los Estados Unidos con su esposo y sus dos hijos. De correr graves peligros en la selva y en México, ahora la familia tiene unos ingresos de unos 4.000 euros al mes en Washington DC
Tamara nunca imaginó que el viaje sería tan duro: pasaron hambre, frío, caminaron hasta la extenuación y estuvieron seis días sin comer. Cometió el error de viajar con muy poco dinero. No tenía dinero para hacer tramos en autobús. De modo que casi todo el trayecto lo hizo a pie.
Tuvo que mendigar comida y uno de sus días más felices es cuando encontraron una mata de plátano. Cruzando el río Bravo casi se ahoga porque no sabe nadar. Pero finalmente, pudo llegar a un refugio en Estados Unidos.
Tiempo después, fue enviada en un autobús a Union Station, la estación de autobuses y trenes central de la capital. Allí, los estaban esperando voluntarios de ONG y trabajadores sociales. Fueron ubicados en una cadena de hoteles baratos, donde reciben comida y servicio de lavandería y asesoría migratoria.
Los niños también tienen colegio gratuito. En el hotel, casi todos los venezolanos ya trabajan y ahorran, como es su caso. Su esposo, que trabaja en la construcción, gana 19 dólares la hora y 25 dólares la hora extra para un salario que ronda los 4.000 dólares al mes.
Ahora están ahorrando para mudarse a una casa propia e iniciar su vida en un país que ofrece grandes oportunidades.
Tamara cruzó a Estados Unidos antes de que el gobierno de ese país cerrara la frontera a los venezolanos. Recomienda a cualquier persona que planifique ese viaje, pensarlo muy bien, porque es un viaje mucho más duro y peligroso de lo que esperaba.
Pero a pesar de todo, no se arrepiente de haberlo hecho. Hoy, su familia puede tener un ingreso que nunca hubiese imaginado ni en Colombia ni en Venezuela.