“El arte del buen vivir” es una obra perteneciente a Arthur Schopenhauer: uno de los mayores representantes del pesimismo filosófico y del pensamiento occidental en el Siglo XIX. La tesis central que el autor defiende es que el ser es mucho más importante que la tenencia y la representación en lo que a la felicidad humana se refiere. En el presente documental, se contrastará el primer capítulo de dicho libro con los hallazgos científicos más vanguardistas y otros enfoques del cognitivistas, conductuales y humanistas.
⌚ Línea temporal:
00:00-02:02 - Introducción
02:02-06:48 - Ser, tener y representar
06:48-09:45 - Tesis del intelecto
09:45-12:34 - Tesis del talento
12:34-17:43 - Tesis del placer
17:43-20:56 - Genética y felicidad
20:56-25:02 - Carácter y felicidad
25:02-30:18 - La personalidad cambia
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«La vida es como un péndulo que oscila entre dos extremos: el sufrimiento y el tedio; el querer y su satisfacción. Mientras queremos algo, sufrimos por la carencia específica que aquello supone; y, cuando tal querer es satisfecho, surge algo peor que el malestar: un aburrimiento que nos hace sentir el vacío de la voluntad desocupada». Funestas declaraciones, ¿no creen? Hay quienes consideran la felicidad humana poco más que una quimera de juventud. Y es que, en múltiples ocasiones, toparse con un glorioso oasis en medio del abrasador desierto vital ya nos da la sensación de que es posible extrapolar lo vivido a la cuasi-totalidad de nuestra existencia, como si ésta estuviera regida por el nauseabundo refrán “fueron felices y comieron perdices” que aparece al final de incontables fábulas y cuentos infantiles. Por esta razón, numerosos autores se propusieron concretar el significado de ese ambiguo ser feliz con exquisita y juiciosa prudencia, tal que no fuera confundido con otros términos similares como alegría, calma o placer. Creo conveniente abordar el discurso acudiendo al primer capítulo de su célebre obra “El arte del buen vivir”, la cual sintetiza de sobremanera las nociones fundamentales del autor con respecto a la temática que nos concierne. Aristóteles escindió los bienes de la vida humana en tres clases: los exteriores, los del cuerpo y los del alma. Conservando esta división tripartita, el autor sostiene que lo que diferencia la suerte de los mortales puede reducirse a tres condiciones fundamentales: (1) En primer lugar, lo que uno es. Se comprenderían aquí aspectos como la salud, la fuerza, la belleza, la inteligencia, la personalidad y el carácter moral. (2) En segundo lugar, lo que uno tiene, es decir, la propiedad, la pertenencia, la riqueza y el haber de todas clases. (3) Y, en tercer lugar, lo que uno representa, a saber, la idea que los demás adoptan sobre un individuo y, por ende, su opinión sobre él. Asimismo, esta última categoría se segmenta en el honor, la posición y la gloria. Con todo, la divergencia más notoria que uno puede advertir es que la influencia de la naturaleza del hombre (e.g., el ser) en su felicidad o su desgracia es considerablemente más significativa con respecto a la que ejercen las reglas humanas mencionadas previamente (e.g., la tenencia y la representación). Ya Metrodoro, primer discípulo de Epicuro, había intitulado así uno de sus capítulos: “La causa mayor de la dicha no reside en lo que las cosas son en su origen, sino lo que somos nosotros”.