Para bien y para mal, los ojos casi transparentes de Alex Brendemühl se iluminan cuando Mara Torres le pregunta por su relación con el mar: "Sentía especial conexión con mi padre cuando sacábamos el catamarán. Estábamos juntos, desde charlando de lo que fuera hasta superando odiseas cuando volcábamos". Además de las olas, el fagot es otro sonido que marcó la infancia de este gatopardo: "En mi casa todos tocan un instrumento, a mí me apuntaron a clases de fagot y cada domingo tocábamos música de cámara como si fuéramos una banda, hice hasta orquestas en Menorca".
"Iba para músico, me ganaba la vida con ello, pero de repente no me vi en el foso de una orquesta toda la vida, tenía la sensación de que había otro llamado más poderoso" y así fue. Desde que hiciera su primera película en 1995, 'Un banco en el parque', Alex Brendemühl prácticamente no ha tenido descanso entre proyecto y proyecto nacionales e internacionales: "Mi hijo me ha dicho que a las malas se hace actor y yo le he explicado que tiene que formarse, que no se consigo de la noche a la mañana". El actor es consciente de la importancia de empezar desde abajo: "Siempre digo que tengo la suerte de haber de todo: figurante, animaciones en discotecas como monje satánico o quietista en el programa de Querida Concha".