Fernando Tejero, a pesar de ser de interior, del interior de Andalucía, es una persona de mar. Siendo pequeño metían en el coche una tortilla, unas hamacas y una sandía y ponían rumbo a la costa de Cádiz. Pronto se terminaron estos viajes de domingueros porque se puso a trabajar en la pescadería de su padre y, siendo treintañero, se plantó y le dijo que se venía a Madrid a estudiar interpretación: "Él nunca se tomó en serio que yo quisiera ser actor. No se opuso, pero me dijo que ya me daría cuenta y volvería". Ahora, con el tiempo y el reconocimiento profesional, la relación entre ellos es totalmente diferente: "Hoy en día el mejor regalo que me puede hacer la vida es que mi padre, que decía que los hombres no lloraban, se abrace a mí y llore. Y yo le digo: «Con el tiempo te estás volviendo mariquita»".
Cuando llegó a Madrid se instaló en una pensión de la calle Doctor Cortezo y, al entrar en la escuela de Cristina Rota, conoció a Dani Martín: "Era una pensión decadente y un día Dani se presentó allí con 10.000 pesetas que le había dado su madre para mí y me dijo que me fuese a vivir con ellos a Algete". Una casa, que según nos contó el propio Dani Martín cuando fue 'gatopardo', hizo Manolo con sus manos. "Les estaré eternamente agradecido porque siguen tratándome como un hijo más", ha dicho Fernando.
Empezó su trayectoria profesional en 'Los lunes al sol' y 'Días de fútbol', película por la que recibió el Goya a mejor actor revelación, y de dio el salto a 'Aquí no hay quien viva'. Esta serie le catapultó al éxito, pero también le hizo plantearse su relación con la fama: "Salía a la calle y todo eran piropos y halagos, pero luego subía a mi casa y no tenía a nadie que me hiciese reír a mí. Me sentí más solo que nunca", ha concluido el actor.