Lic. Marta Schorn
El juego es el andamiaje de la estructuración psíquica. El jugar constituye el medio más genuino por el cual el niño con discapacidad expresa su sentir a lo largo de su crecimiento, y se instaura desde el primer momento de su nacimiento, cuando la madre lo acoge, lo acaricia y le habla.
En este sentido, no es lo mismo “ver” al niño que “mirarlo” dado que la mirada del adulto significativo implica una intencionalidad y no es un mero “hacer”. El bebé no juega si antes no es introducido en un encuentro lúdico por sus padres, es decir, el juego del bebé parte de otro ser, adulto, que lo acompaña en ese proceso de encuentro. El juguete aparece mucho más tardíamente, dado que primero se juega con las manos, la voz, las imágenes, todo puede ser un elemento para el encuentro dialógico. El juego entre los padres y el niño constituye el andamiaje de la estructuración psíquica y es un precursor de la simbolización y la adquisición del lenguaje y por eso posee un lugar central en el desarrollo del niño pequeño.
En pandemia, la sensación de agobio de los padres de hijos con discapacidad, derivó en desesperación por no saber qué iba a pasar con los tratamientos y en la sensación de no saber qué hacer con los niños en casa. A los adultos les afectó profundamente el no poder contar con la presencia de los profesionales tratantes. Lo que se debe fomentar es que los padres puedan disfrutar de ser padres, jugar, crear e imaginar con sus hijos, porque el encuentro entre padres e hijos no se suple por la intervención profesional.