"Armando, no lo hagas", le suplicó su madre Sebastiana, una mujer de edad avanzada. "No cruces Supay Jawira en la noche. Las aguas están malditas. Incluso el cura ha desaparecido", decía preocupada.
"Mamita, no tengo otra opción. Necesito vender estas ovejas para comprarte medicinas, ya quedé con un vecino que las quiere. No puedo fallarle. Además, no creo en esas historias", respondió Armando con determinación.
Cerca de la madrugada, Armando se dirigió al río con su rebaño, ya que la feria en el pueblo comenzaba a las 5 de la mañana y debía recorrer una gran distancia.
Cuando llegó al puente eran las 3 de la mañana, las corrientes parecían tranquilas al principio, pero a medida que se acercaba a la orilla, el agua comenzó a moverse de manera inquietante.
Con terquedad, Armando, jalando a sus ovejas, inició la travesía sobre el puente rústico. Sin embargo, cuando estaba en el medio, de repente, una voz gutural y maligna resonó desde el río.
"¡Armando, ven a mí!", gruñó la voz, seguida por una risa siniestra.
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Narración: Tomás Czavala
Escrito: Tomas Canqui zavala
Edición y música por: Tomas Czavala