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Aquella noche del 4 de septiembre de 1926, la silente sabana de La Mata Arzolera, entre Santa María de Tiznados y El Socorro, al oeste del estado Guárico, se estremeció con el llanto de un niño varón fruto de la unión de María Albertina Loyola y Casildo Laya. Niño a quien luego bautizaron, en la iglesia de la Villa de Todos los Santos de Calabozo, con el nombre de Ángel Custodio.
La infancia de aquel niño transcurrió en un ir y venir por ese pedazo de llano, surcado por ríos y caños, que une a los estados Guárico y Barinas (Zamora, para aquel entonces). De ahí que no es difícil encontrarse hoy en día con parientes y amigos de Loyola y su familia, regados por las parroquias del municipio Arismendi, del estado Barinas. Así como hombres y mujeres que lo vieron y escucharon cantar, recordándolo con admiración infinita, desde sus inicios como cantador en tierras del extremo este barinés.
De hecho, Loyola le confesó al poeta Luis Alberto Crespo en una entrevista titulada Todo el llano en la voz, publicada en 1994, junto a otros escritos de ängel Eduardo Acevedo y José Antonio Silva; que la primera vez que le permitieron cantar en público y entre adultos fue en Zamora (Barinas), contando Loyola en aquella ocasión con “más o menos catorce años” de edad, en un baile homenaje a San Lorenzo que se había prendido en el vecindario El Berraco, concretamente en la casa de Ramón Hernández, un primo de Loyola, quien también cantaba, al igual que Eliseo Flores, otro admirado pariente.
Como era natural en el llano, desde muy pequeño Loyola escuchó y admiró a copleros relancinos como el mentado Eliseo Flores, Manuel Pérez Acosta, Juan de la Cruz “Cucú” Pérez, Ricardo Acevedo, Ramón Delgado, Santana Peña, Valentín Díaz, entre otros que eran cantadores improvisados de fama local que no llegaron a grabar discos. Eran los años en que el contrapunteo era el género de canta llanera más popular. Como Loyola le dijo a Crespo:
“…en esa época lo que se cantaba era puro contrapunteo, la discusión cantada improvisando. El pasaje, por ejemplo, casi no se cantaba. Los cantantes de antes no cantaban joropos. Era muy raro oír a un hombre cantar, pongamos, un pajarillo…el que trajo a Caracas el grito del pajarillo fui yo. Eso es muy mío…”
Más tarde, Loyola se hizo partícipe como cantador en bailes y sitio públicos. En la medida que la fama de Loyola fue creciendo, las presentaciones se fueron haciendo más frecuentes. En una ocasión, Loyola declaró que sus descubridores fueron Germán Fleitas Beroes, Pedro Azopardo, Rafael y Mariano Hurtado Rondón, todos ellos vinculados a la canta y poesía llanera guariqueña. Pero es Juan Vicente Torrealba quien llevado por recomendación de Antonio Abraham - musiú Abraham - fue al encuentro de Loyola en Calabozo, en la casa de Raquel Jaén, para proponerle que se integrara a la agrupación Los Torrealberos.
Entre 1940 y 50, en Caracas habían intérpretes de un joropo muy peculiar: era de ritmo rápido y ejecutado con bandolín, guitarra, maracas, entre otros instrumentos. Era un joropo distinto al que se escuchaba en el llano adentro. Ese joropo caraqueño-mirandino contaba con artistas de la talla de César del Ávila, Juan del Ávila, Magdalena Sánchez, Josefina Rodríguez, Lorenzo Herrera (padre e hijo), Adrian Pérez (autor de El muñeco de la ciudad), Vicente Flores, Heriberto Escobar, entre otros.
Entonces, para el año 1947 surgieron Los Torrealberos, agrupación inspirada por Juan Vicente Torrealba, joven proveniente de una familia hacendada de los llanos centrales, con inquietudes musicales en la ejecución de la guitarra y el arpa. Los Torrealberos nacieron con el interés de imponer un estilo de joropo, con un ritmo lento para el gusto del público de salón. Querían popularizar la música llanera en Caracas. En ese ensayar el nuevo estilo, Juan Vicente se va a las sabanas en busca de una voz representativa del autóctono cantar llanero, encontrándose con Loyola, quien se va con él a Caracas, en 1951.