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Pepe Solla (Poio, Pontevedra, 1966) es uno de los representantes de la evolución de la cocina gallega. Creció en un hábitat emprendedor, con unos abuelos que regentaban una tienda con aires de ‘ultramarino’, que convivía con un merendero. Su abuelo era tratante de vino y su abuela empezó a ser conocida por sus tortillas, recuerda. El salto a la restauración lo dieron sus padres, Pepe Solla ‘padre’ y su mujer, Amelia González. Cuando fueron a casarse, pidieron una apartación (herencia en vida) para poner en pie Casa Solla en 1961, a quien nadie atrevió a poner nombre y se quedó, con los años, felizmente amarrado al apellido familiar.