En todos las pandillas de amigos hay un chino, que en la de Carlos Bardem era él. Y fue el chino hasta que otros colegas, los del rugby, decidieron que, con lo bruto que era, sería el mendrugo del equipo. Tras más de 20 años de partidos y 59 con los ojos rasgados, no sabremos qué quedará de aquellos motes de juventud, pero algo ha sacado en claro de aquellas aventuras y compañías. Primero que "desde que la inmigración asiática llegó a España parece menos chino", y segundo que "el rugby te enseña que no vales nada sin tus compañeros", por lo que ahora, aplicando este mismo aprendizaje a su etapa como actor y guionista, tiene claro que los malos actores son los que actúan solos.
De su faceta como escritor tiene algo de culpa su padre, que le trasmitió su profundo amor por los libros: "Yo quería agradarle y, haciendo un ejercicio de magia simpática, me ponía a leer libros a sus pies. Me gustaría que hubiese leído mis libros, pero no pudo ser porque murió muy joven". La carga de la familia la llevó Pilar Bardem, que trabajaba sin descanso para poder sacar a los tres hermanos adelante: "Nosotros éramos los niños de Bardem porque mi madre, como no tenía dinero para dejarnos con una nani, nos llevaba a todos los rodajes, al teatro, a la televisión, y nos criamos viendo a los mejores actores y actrices".
Hablando de sus orígenes, Mara Torres le ha recordado su tierra de Nunca Jamás, el Retiro: "Como mi madre trabajaba mucho, yo siempre estaba en la calle, con la llave colgada al cuello y con gran libertad de horarios. Ese parque es mi lugar de las primeras veces: los primeros besos, los primeros llantos, las primeras peleas... Íbamos al pinar a coger piñones, robábamos cosillas en las huertas de los jardineros y un día me bañé en el estanque. Cogí tal infección que le preguntaron a mi padre si había estado en África".
"¿Se discutía mucho en casa?", le ha preguntado Mara, a lo que ha respondido: "No, en mi casa lo que había era mucha imagina