El silbato anunciaba la partida del barco aquella fría mañana de octubre.
Corría el año de 1942 cuando Emilia zarpó a bordo del Nyassa para surcar los mares del Atlántico en busca de una vida mejor.
Conoció el hambre desde pequeña en medio de los horrores de la guerra civil española.
Antes de viajar a América vivió un tiempo en Francia.
En la Ciudad Luz encontró su primer amor.
Y en México, germinó otro, aquel amor que es para siempre: el de un público que la adoptó y admiró como a una de las más bellas figuras en la época de oro del cine mexicano.
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