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Se cuenta la historia de un granjero pobre que cultivaba fielmente su pequeña parcela de tierra. Durante décadas había estado arando suelos pedregosos. A pesar de sus esfuerzos, la cosecha era escasa. En vano esparció toneladas de estiércol, sembró, e hizo todos los tratamientos posibles contra todas las enfermedades y parásitos. La cosecha siempre fue muy escasa. Cuando murió, la finca pasó a manos de su hijo.
Un día, mientras araba, descubrió una pepita veteada de oro. La hizo evaluar por expertos y comprobó que se trataba de oro puro. Se hizo rico inmediatamente. Esta riqueza se le había escapado a su padre, aunque había estado allí toda su vida, en su propia tierra.
Lo mismo ocurre con nosotros y el Espíritu Santo. Muchos de nosotros vivimos en la ignorancia de lo que tenemos, del poder que reside en nuestro interior. Algunos cristianos pasan toda su vida pensando que tienen todo lo que trae el Espíritu Santo, sin haberlo recibido en su plenitud y poder. Y no puede realizar en ellos la obra eterna para la que fue enviado.
Deja que el Espíritu de Dios te llene, que te vista con Su poder. Él está ahí para cumplir todos los designios de Dios en ti. Sí, necesitamos mucho su obra en nuestras vidas para que Dios pueda manifestarse luego a nuestro alrededor y seamos cada vez más de aliento para los demás. ¡Que el Señor te bendiga!
@365historiases @365Histoires @JeanLouisGaillard