Existen una serie de síntomas que nos indican que nuestro sistema de frenado está en mal estado. El primero de ellos es el mayor recorrido del pedal. Cuando pasa esto es posible que el líquido de frenos esté en nivel bajo o que exista alguna fuga en el circuito. También puede ser una señal de que las pastillas de freno estén gastadas o que las piezas que provocan la extensión o la retracción de las partes móviles estén defectuosas. Por el contrario, si el pedal de freno está muy duro significará que las pastillas están sucias, manchadas o cristalizadas, que hay un problema en el pistón de la pinza o con el líquido de frenos. También puede ser que los discos estén dañados o que haya fallado el servofreno.
Cuando el pedal de freno vibra es señal de que tenemos los discos alabeados o los rodamientos gastados. También es posible que las ruedas estén mal equilibradas o que necesitemos cambiar pastillas o discos. Si lo que ocurre es que el pedal no vuelve de forma normal a su posición inicial, no te lo pienses, lleva inmediatamente el coche al taller.
Si notamos el pedal esponjoso puede que los conductos del líquido de freno estén deformados o que la presión del fluido expanda la manguera amortiguando la presión que debe llegar a los pistones o mordazas. También podría deberse a la presencia de aire en el sistema hidráulico o a que el líquido de frenos sea deficiente o esté mezclado con agua.
Si una o varias ruedas se bloquean significa que alguna parte del sistema no trabaja correctamente porque está agarrotada, obstruida o hinchada. También puede deberse a una pastilla de freno defectuosa o a que el cable del freno de mano esté enganchado. Si el coche oscila hacia un lado es un indicativo de que las pastillas de ese lado están sucias, cristalizadas o impregnadas de grasa o líquido de frenos.
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