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Nosotros como cristianos tenemos la misión de ser "sal de la tierra", "luz del mundo", este deber recae tanto a nivel individual como a nivel eclesiástico. Pero una iglesia cuyas familias no sean fuertes espiritualmente, será una iglesia débil, que no tendrá la capacidad de difundir la semilla del evangelio, será una iglesia infructífera, una iglesia estancada, una iglesia que no puede salar ni alumbrar el mundo. Por ende para fortalecer la iglesia, es clave que las familias que la integran se fortalezcan: familias fuertes harán iglesias fuertes.