Con las marchas Mater Dolorosa y Pescador de Hombres, los romanos, característicos de la procesión del Domingo de Ramos, llevan en hombros a Jesús Nazareno de los Milagros en la 1a. avenida. Le sigue la Consagrada Imagen de la Santísima Virgen de Dolores. Alegoría de las andas: “Por ellos me consagro yo… para que también ellos se consagren en la verdad”. Además, se recuerda el XXV Aniversario de la Consagración y Coronación de Jesús Nazareno de los Milagros.
Cuando Jesús dice: “Yo me consagro”, es porque acepta ser sacerdote y, al mismo tiempo, ofrenda agradable a Dios. Significa que Jesús se convierte en un sacrificio vivo. Al contemplar a Jesús Nazareno de los Milagros caminando con la cruz a cuestas hacia su muerte segura, rodeado de tanta maldad y rechazo, pero impulsado por la fuerza de su propia consagración, no podemos hacer otra cosa que rendirnos agradecidos al hombre-Dios que por nosotros se consagró al Padre para que tuviéramos vida en abundancia.
Todos sus devotos pertenecemos de un modo nuevo a Él, a Jesús; estamos consagrados a Él y, por tanto, a los otros, para que venga su Reino de verdad y amor, justicia y paz.
Mensaje de las andas de la Santísima Virgen de Dolores: “Nuestra Señora, vida, dulzura y esperanza nuestra”. Es la hermosa introducción de la Salve Regina. La alegoría muestra a María Santísima rodeada de ángeles que la sirven como su Reina y nos la muestran como nuestra vida, ya que Ella, al darnos a Jesucristo, se convierte en dispensadora de la gracia y de la luz.
Asimismo, María es dulzura, ya que no solamente nos envuelve con amor de Madre cual dulzura de flores o frutos saturados de miel, sino que nos asiste para hacer menos amargo los trances de la vida reflejados en la angustia, la enfermedad, la pobreza y la muerte.
Finalmente, María es nuestra esperanza, nuestra intercesora y medianera. Nosotros rogamos para que la sublimidad de su intercesión supla nuestra indigencia; por lo cual suplicar a la Virgen con toda esperanza no es desconfiar de la misericordia de Dios, sino temer a nuestra propia indignidad. Así como en el mar, las embarcaciones confían que al lanzar su ancla los hará encallar en un lugar seguro, así nuestra confianza en María, al elevar nuestra plegaria con esperanza, nos llevará al seno del amor de Dios. - Tomado de la carta informativa del Domingo de Ramos 25 de marzo de 2018.
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