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El otro día estuve de pela. Era el momento de que las ovejas de mi padre se desprendieran de su lana para poder afrontar con más comodidad los calores extremeños.
Cámara en mano me metí entre esquiladores y corderos para llevarme a casa un poco de ese oficio que siempre me ha llamado la atención. Y de paso hacer este documento que comparto aquí y que espero sacie la curiosidad de muchos.
Gracias a los esquiladores por su paciencia y su gran amabilidad. Es admirable ver de cerca el respeto que tienen por su trabajo. Da gusto contemplar el buen trato que, en todo momento, dan a los animales.
Aquí va un poco de aquella mañana en Las Marianas. En Sierra Hermosa. En algún sitio perdido de la provincia de Badajoz.