Las señales están ahí para quien quiera verlas. La inquietud en la Bolsa es evidente. La inflación se ha disparado y la banca central sube los tipos de interés con intención de contenerla. Para colmo de males la invasión de Ucrania se ha convertido en una guerra de posiciones que promete alargarse durante mucho más tiempo. Todo esto en medio de problemas que ya estaban ahí como consecuencia de la pandemia. Son muchos los economistas que advierten de que la recesión está a la vuelta de la esquina. El sentimiento en el mercado es que todo va a ir a peor, que hará falta un ajuste drástico y que eso traerá una crisis a pesar de que, si nos fijamos en variables como el mercado laboral, no parezca que las cosas estén tan mal.
El Banco de Inglaterra, que el mes pasado subió el tipo de interés hasta el 1%, advirtió la semana pasada que no elimina que la inflación supere holgadamente los dos dígitos este mismo año. La economía de China, la segunda mayor del mundo, no atraviesa por su mejor momento a causa de los persistentes problemas con su sector inmobiliario y por el empecinamiento del Gobierno con la política de covid cero que ha mantenido confinadas varias ciudades chinas durante semanas. Tal y como vimos en La ContraCrónica hace un par de semanas, si China se constipa toda la economía mundial lo nota inmediatamente.
Pero la economía mundial tiene sus propios problemas aparte de China. La guerra en Ucrania ha puesto en serios apuros la cosecha de este año. Ucrania es uno de los mayores productores mundiales de cereal y este año se prevé que la exportación caiga de forma notable. Esto está ya provocando escasez en ciertas partes del mundo y ha tirado hacia arriba el precio de los alimentos. Este mismo conflicto bélico en el este de Europa ha tenido también un efecto devastador sobre los precios de la energía. Tanto el gas natural como el petróleo están en máximos empujando la inflación hacia arriba.
Si nos guiamos por lo que sucedió en otros momentos de la historia reciente, una subida de los precios tan acusada sugiere que nos encontramos cerca de una contracción general de la economía a escala global. Tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea cada recesión ha venido precedida de un incremento desmesurado de los precios. Sucedió en los años 70, sucedió en 2008 antes del estallido final de la burbuja de crédito que alimentó la burbuja inmobiliaria y podría suceder también ahora.
Pero predecir las recesiones y, sobre todo, su intensidad y duración es muy complicado ya que son muchos los factores en juego. Históricamente los bancos centrales se han demostrado muy poco hábiles para hacerlo. Tienen la costumbre de negar la realidad hasta que es demasiado tarde y la realidad les termina pasando por encima. Luego, cuando deciden actuar, lo hacen con titubeos. Saben que tienen que subir los tipos de interés para poner freno a la inflación, pero si los suben demasiado temen que eso empeore la situación.
En esas están ahora mismo. Se han decidido ya a hacer algo que tendrían que haber hecho hace un año, pero no saben muy bien hasta dónde tienen que llegar.
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