Ambos intelectuales critican las teorías económicas dominantes, señalando que muchos economistas de renombre han defendido políticas fallidas, como la planificación centralizada. Utilizan el ejemplo de Paul Samuelson, quien elogió la economía soviética poco antes de su colapso, para ilustrar la falibilidad de estas teorías.
Discuten las limitaciones del modelo de competencia perfecta, destacando que asume un conocimiento perfecto que no existe en la realidad. Señalan que esto elimina la función del empresario y del arbitraje, que son esenciales en la economía real.
También destacan que la esencia del progreso económico y social radica en comprender los fundamentos de la economía y la filosofía política, en lugar de centrarse en asesoramiento legislativo o en análisis de coyuntura. Consideran que las estadísticas y los indicadores son consecuencia de entender o no estos fundamentos.