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La creencia en la comunión con los muertos prevalece aún hoy día, hasta entre los pueblos que profesan ser cristianos. Bajo el nombre de espiritismo, la práctica de comunicarse con seres que dicen ser los espíritus de los desaparecidos se ha generalizado mucho. Tiende a conquistar la simpatía de quienes perdieron seres queridos. A veces se presentan a ciertas personas seres espirituales en la forma de sus amigos difuntos, y les describen incidentes relacionados con la vida de ellos, o realizan actos que ejecutaban mientras vivían. En esta forma inducen a los hombres a creer que sus amigos difuntos son ángeles, que se ciernen sobre ellos y se comunican con ellos. Los seres que son así considerados como espíritus de los desaparecidos, son mirados con cierta idolatría, y para muchos la palabra de ellos tiene más peso que la palabra de Dios (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 739, 740).
Los ruidos misteriosos con los cuales comenzó el espiritismo moderno no fueron el resultado de trucos o habilidades humanos, sino obra directa de ángeles malignos, que de ese modo introdujeron uno de los engaños más eficaces para la destrucción de las almas. Muchos serán entrampados gracias a su opinión de que el espiritismo es solo impostura humana; cuando se enfrenten con manifestaciones evidentemente sobrenaturales serán engañados e inducidos a aceptarlas como el gran poder de Dios.
Esas personas pasan por alto el testimonio de las Escrituras con respecto a las maravillas realizadas por Satanás y sus instrumentos. Con la ayuda del enemigo los magos de Egipto pudieron falsificar la obra de Dios. El apóstol Juan, al describir el poder milagroso que se manifestará en los últimos días, dice: «También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer». Apocalipsis 13:13, 14. No se trata aquí de meras imposturas. Se engaña a los hombres mediante los milagros que los instrumentos de Satanás pueden realizar, y no por los que pretenden hacer (La historia de la redención, pp. 413, 414).
El profeta Isaías dice: «Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos? ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido». Isaías 8:19, 20. Si los hombres hubieran estado dispuestos a recibir la verdad tan claramente expuesta en las Escrituras, de que los muertos nada saben, verían en las pretensiones y manifestaciones del espiritismo la obra de Satanás, que obra con poder y señales y prodigios mentirosos (La historia de la redención, p. 416).
[Llos santos deben comprender el estado en que se hallan los muertos, porque los espíritus diabólicos se les aparecerán aseverando ser queridos parientes o amigos que les declararán doctrinas contrarias a la Escritura. Harán cuanto puedan para excitar su simpatía y realizarán milagros ante ellos para confirmar sus declaraciones. El pueblo de Dios debe estar preparado para rechazar a estos espíritus con la verdad bíblica de que los muertos nada saben y que los aparecidos son espíritus de demonios.
Debemos examinar cuidadosamente el fundamento de nuestra esperanza, porque de las Escrituras hemos de entresacar la razón que hayamos de dar de ella. Este engaño espiritista se difundirá, y tendremos que luchar con él cara a cara, y si no estamos preparados para ello, quedaremos engañados y vencidos. Pero si por nuestra parte hacemos cuanto podamos a fin de prepararnos para afrontar el conflicto que se avecina, Dios hará su parte y nos protegerá con su brazo omnipotente. Enviará a todos los ángeles de la gloria para levantar una valla alrededor de las almas fieles, antes que consentir en que las engañen y extravíen los falaces prodigios de Satanás (Primeros escritos, pp. 262, 263
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