15-2-2014 - La vida de Ignacio de Loyola es la historia de un hombre cuyo compromiso consigo mismo, con los demás, con la iglesia y con la fe aporta a los hombres y mujeres de hoy claves para vivir una vida de manera que merezca la pena. El jesuita José María Rodriguez Oliazola desgranó ante más de 270 profesores de los cinco colegios jesuitas de Castilla y León -Valladolid, Salamanca, León y Burgos-el recorrido vital y el compromiso por el que fue santificado en el pasado, pero de plena actualidad en el presente. El objetivo era ofrecer a los docentes herramientas posibles de las que servirse en la formación del alumnado para su maduración personal y conseguir la mejor versión de sí mismo, 'al estilo de San Ignacio'. El encuentro de educadores de los colegios jesuitas de Castilla y León que se celebró ayer en el San José, pretende convertirse en espacio donde compartir criterios educativos para formar personas 'para los demás' desde los valores y el sentido de vida ignaciano.
Su propuesta partió de la imagen que San Ignacio tuvo de Jesús "pobre y humilde", una visión que lo transformó todo y le condujo a vivir de manera distinta en relación consigo mismo, en relación con los otros cercanos y en su relación con el mundo, incluida la iglesia. Para la maduración personal destacó cinco aspectos: tomar las riendas de la propia vida, conocerse a sí mismo para conquistar la libertad interior diferenciando deseos, límites y trampas, conseguir integrar éxito y fracasos, perseguir una vida más acorde con el proyecto de Jesús y vivir desde la gratuidad y la gratitud.
En cuanto a la relación con el 'nosotros' , José María Rodríguez Olaizola describió el proyecto de San Ignacio y su relación con los compañeros con los que fue forjando su misión para hablar de los límites de la amistad y de cómo en la cultura de la autonomía 'dejarse ayudar' es bueno. Por último desgranó la relación con el mundo, 'todos', y analizó desde la vida del fundador de la Compañía de Jesús las posibles miradas con las que posicionarse ante el mundo, especialmente el "más roto" y que huyen de las miradas maniqueas.
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