Con el transcurrir del tiempo y viviendo lejos de todo lo que configuró su identidad, el músico Raúl Barboza ha logrado reconocimiento internacional y se ha distinguido claramente como un protagonista muy importante en la difusión de una de las expresiones argentinas más auténticas: el chamamé.
Este documental lo retrata en diversos matices de su vida actual. A través de charlas y entrevistas con Barboza, podemos contemplar su cotidianeidad en París, ciudad a la que arribó en 1987 con 50 años de edad y las raíces profundamente ligadas a su tierra. Por medio de las imágenes, lo acompañamos en varios de sus viajes a Argentina, su tierra natal, ya que para él es necesario reencontrarse con “el paisaje” al menos una vez al año.
En constante movimiento, visitando ciudades y pueblos, en conciertos ofrecidos en Buenos Aires y el Litoral Argentino, a través de la película podemos ver a Barboza tocando en vivo o en ensayos y sesiones de grabación junto a sus músicos. Con ellos comparte improvisaciones donde se logra apreciar el proceso de búsqueda y creación de Barboza durante la composición y el arreglo musical.
Como verdadero autodidacta, su amor al chamamé ha sido su única y genuina inspiración. Creció y se formó junto a otros músicos, entre ellos su padre, el compositor y guitarrista Don Adolfo Barboza, a quien acompañó con el acordeón desde los 9 años.
El músico recuerda su infancia y los consejos de su padre, presentes en “los matices” de sus interpretaciones. También podemos oír la música de un tema que Barboza compuso en su homenaje: “El estibador”, oficio que Don Adolfo ejerció durante algún tiempo.
A pesar de la distancia ó la ausencia, el músico transmite su conocimiento a las generaciones más jóvenes de la misma manera que lo recibió y, durante un imprevisto encuentro, podemos apreciar el lazo que Barboza establece con un joven acordeonista del interior del país, quien también lo acompaña en varios conciertos.
Hacia el final, Barboza se adentra en las tierras de sus ancestros para reencontrar “los colores y los sabores y el canto de la gente”. Allí hace sentir su acordeón al aire libre, en medio de la selva guaraní -con la colorida sonoridad de sus ríos, sus pájaros, sus cascadas y la fauna del monte. La atmósfera, la luz, los sonidos y las voces del exuberante paisaje sirven de excusa para explorar a fondo las raíces indígenas del músico.
Durante todo el film, las palabras de Barboza transmiten un sentimiento de permanente encuentro con la naturaleza y los principios mismos de la vida.
Poseedor de un inequívoco reconocimiento fuera y dentro de sus fronteras, Raúl Barboza recogió importantes galardones a lo largo de su vida en su patria y en el exterior, fue premiado en Francia con el título de “Caballero de las artes y de las letras” y se ha convertido en un exponente máximo de la cultura argentina.