Liduvina nació en Schiedam, Holanda, en 1380. Pasó 38 años postrada en la cama, sufriendo un horroroso martirio. Su cuerpo, paralizado, se estaba descomponiendo, de tal manera que era un milagro que siguiera viviendo.
‎Liduvina aceptó sus espantosos dolores y sufrimientos como venidos de la mano de Dios y, uniéndolos a los sufrimientos de Jesús, se los ofreció por la conversión de los pecadores y la salvación de las almas. Se entregó a ésta su "vocación" con tanto amor y dedicación que decía: "Si bastara rezar una pequeña oración para que se me fueran mis dolores, no la rezaría".
Durante los últimos veinte años de su vida no comió ni bebió nada, y tampoco durmió. Liduvina tenía frecuentes visiones, participaba de la Pasión de Cristo, y recibió muchos otros dones sobrenaturales.
La santa murió el 14 de abril de 1433, día de Pascua de Resurrección. Uno de sus primeros biógrafos fue Tomás de Kempis, autor del famoso libro "La Imitación de Cristo".