A mis 18 años recién cumplidos tuve un accidente de auto en el que manejaba uno de mis mejores amigos.
Fue muy grave y el perdió la vida en el acto, nunca le escribí una canción y cuando estaba componiendo este disco en una no sé porque se me ocurrió hablarle a él.
Quizás porque es un tema enérgico y vital. Y el era el Chabon más lleno de vida que conoci. Eramos amigos desde la primaria y siempre estábamos haciendo cagadas juntos. Rebeldes sin causa mas allá de la rebeldía. Que es una gran causa en sí misma en un mundo que busca adoctrinarnos y limitarnos. Nunca imaginamos que el precio que podíamos pagar por vivir como si la vida fuera una película podía ser tan alto. Hoy a mis 35 lo recuerdo como un gran amigo y alguien que quería vivir con la perilla de volumen en 10 de intensidad como yo. Y que siempre me gusto estar al lado de él porque me contagiaba de esa vitalidad y adrenalina. Tuve la suerte de haberlo acompañado en ese último viaje. En dónde se separaron nuestros caminos. Él suyo hacia el misterio y el mio quedó de este lado. Con algunas heridas como una fractura de fémur y varias operaciones que también me enseñaron algunas cosas de la vida. Pero siento que esa experiencia fue un regalo, y me volvería a subir eternamente a ese auto esa noche, para acompañar a mi amigo hasta ese último momento que transformo todo para los dos.
No me gustan mucho los golpes bajos, pero quería contar un poco la historia de Ariel Pablo Rodriguez también como un homenaje a quien fue, lo tengo presente muchas veces. Tenía los ojos azules y la mirada llena de inocencia y picardía, y un sutil dejo de melancolía… Para mí se aprecia un poco a Frodo de el señor de los anillos jaja para que se lo imaginen.
Todos perdimos alguna vez a alguien, y al final a eso venimos, a perderlo todo. Mi propuesta es exprimir la vida y sacarle todo el jugo para que ese “todo” que vamos a perder sea mucho. Y que el día que nos toque irnos, vibremos por última vez en la abundancia de quién se atrevió a vivir. Hoy en día diría a vivir rebelándonos a nuestros propios miedos y limitaciones. Al final el enemigo nunca estuvo afuera.
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