Historia del Tercio de las Torres
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En el pequeño y pintoresco pueblo de Huétor Tájar, donde la vida gira en torno a la tierra y la agricultura, yo, el mayor de seis hermanos, crecí con un sueño ardiente y una determinación férrea. Mi familia, humilde y trabajadora, no poseía tierras propias. Mi padre, un obrero agrícola, luchaba cada día por llevar comida a nuestra mesa. Desde los 13 años, yo también me uní a la ardua labor en el campo, con la esperanza de que algún día podría cambiar nuestro destino.
Desde temprana edad, mi deseo era tener nuestras propias tierras. A través del trabajo duro y el estudio por correspondencia, logré llegar a un acuerdo con mi padre: cualquier ganancia que excediera el sueldo de un obrero sería mía. A los 18 años, tras muchos años de sacrificio, finalmente compré mi primera parcela de tierra. Fue un momento de triunfo y esperanza, una pequeña chispa de luz en nuestra vida.
A los 28 años, me trasladé a Alicante y, un año después, a Denia, donde emprendí un negocio de promoción y venta de viviendas. Todo parecía ir perfecto, pero algo me faltaba. Fue entonces cuando mi padre, ya jubilado, me llamó con una propuesta: plantar en aquella finca que había comprado a los 18 años. Juntos, decidimos sembrar olivos.
Queríamos algo especial, una plantación que no requiriera mucho trabajo, pero que produjera algo extraordinario. Después de investigar más de 250 variedades de olivos, me decidí por un coupage: una combinación de dos variedades. Elegí la vigorosa Picual de Jaén, conocida por su robustez, pero con un sabor amargo que no terminaba de convencerme. Para equilibrarlo, opté por la variedad Picudo de la Subbética Cordobesa, que es dulce, afrutada y fresca al paladar.
Así, en 1996, durante una semana en mi pueblo, mi padre y yo plantamos los olivos. Los primeros años fueron duros, con una producción escasa que llevábamos a la almazara local. Pero en 2004, tuve una idea: crear mi propia marca de aceite. Así nació “Tercio de las Torres”, el nombre de nuestra finca en la escritura pública. No era común que un agricultor con tan poca producción creara su propia marca, pero tenía una ventaja: mi economía no dependía de esa finca. Podía permitirme experimentar y seguir mi pasión, algo que muchos no podían hacer. Estudié y perfeccioné el proceso para crear un aceite de oliva virgen extra de autor.
Cada año, recogemos las olivas en la primera quincena de noviembre, antes del envero, para obtener un jugo puro y sabroso, aunque eso signifique una producción un 8% menor. Molturamos las aceitunas el mismo día, con una extracción completamente en frío, preservando así sus cualidades. Dejamos reposar el aceite, sin filtrar, durante tres meses, como lo hacían nuestros ancestros.
El resultado es impresionante. Tercio de las Torres no es solo aceite; es una experiencia, una emoción embotellada. He llegado a la conclusión de que no vendemos aceite, elaboramos emociones. Cada gota de nuestro aceite cuenta la historia de una familia, de un sueño, y del amor por la tierra y la tradición.
Tercio de las Torres: El Fruto de una Pasión
Este aceite es el reflejo de nuestra dedicación y pasión. Cada botella de Tercio de las Torres lleva consigo la historia de mi familia, nuestro esfuerzo y la belleza de nuestras tierras. Es un homenaje a mi padre, a nuestras raíces y al legado que queremos dejar.
Con cada compra, no solo adquieren un producto de alta calidad, sino que se llevan una parte de nuestra historia, un pedazo de nuestro sueño. Invito a todos a probar Tercio de las Torres y a sentir la diferencia. Porque cuando abrimos una botella, no solo disfrutamos de un excelente aceite de oliva virgen extra, sino que también compartimos un viaje lleno de emociones, tradición y amor por la tierra.