Una de las lecciones de sabiduría más importantes que Tolkien nos dejó en El Señor de los Anillos: el peligro de la industrialización y el corporativismo.
Índice:
0:00 - La infancia de Tolkien en Sarehole (Birmingham)
0:54 - Los trasgos en El Hobbit
1:48 - La industrialización de Isengard
3:18 - El corporativismo de Sauron
5:17 - El saneamiento de La Comarca
6:55 - Los finales felices de la Tierra Media
La relación de J.R.R. Tolkien con la naturaleza y su repulsión por la industrialización están profundamente arraigadas en sus experiencias personales y en su imaginario literario. Desde su infancia en Sarehole, un pueblo en las afueras de Birmingham que durante su vida fue absorbido y transformado por la industrialización, Tolkien presenció la corrosión de lo natural por lo mecánico. Esta transformación no solo desfiguró el paisaje campestre que tanto amaba, sino que también simbolizó una pérdida más profunda de la simplicidad y pureza que caracterizaba su idílica visión de la infancia.
Esta pérdida y alteración del entorno natural se reflejan vívidamente en su obra, especialmente en "El Señor de los Anillos".
La industrialización de Isengard bajo la dirección de Saruman provocó esa devastación ambiental y cultural que Tolkien aborrecía. Saruman, con su traición, no solo destruye el paisaje físico del valle de Isengard, sino que también pervierte su propio carácter y propósito. Su conversión de una fortaleza natural en una fábrica de guerra representa la traición al orden natural y a la sabiduría tradicional.
El corporativismo de Sauron en Mordor ilustra otro aspecto de la industrialización: el control absoluto y la coacción. Sauron organiza sus ejércitos no a través de la convicción o la lealtad, sino mediante el temor y la opresión, un eco de las fuerzas deshumanizadoras que Tolkien vio en el mundo moderno. Sus legiones, aunque poderosas, son vacías de voluntad propia, movidas por la coerción en lugar de por el compromiso personal, reflejando las críticas de Tolkien hacia una sociedad que reduce a los individuos a meras herramientas de producción.
El episodio del saneamiento de la Comarca es otro poderoso símbolo de su repudio a la industrialización. Cuando Saruman (Zarquino) y sus rufianes corrompen la Comarca, transforman este refugio de paz y belleza rural en una miniatura de la maquinaria industrial y burocrática que Tolkien despreciaba. La invasión de la Comarca simboliza la intrusión de elementos corruptos y destructivos que despojan a la comunidad de su autonomía y armonía.
En contraste, los finales felices en la obra de Tolkien a menudo ocurren en entornos donde la naturaleza ha sido preservada o restaurada.
Faramir y Éowyn reestablecen la belleza natural de Ithilien, un lugar que se convierte en un refugio de paz y regeneración.
Gimli y Legolas viajan juntos por las maravillas naturales, celebrando la belleza del mundo.
Y Sam, al regresar a la Comarca, planta la semilla que Galadriel le dio, un gesto simbólico de curación y renacimiento, promoviendo la esperanza de que incluso después de la destrucción, el crecimiento y la belleza pueden resurgir.
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