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Bienvenidos a Tenerife, una isla donde las playas volcánicas de arena negra se funden en el frío océano atlántico. Un lugar donde cada atardecer es mágico, y las puestas de sol son tan espectaculares como los paisajes que las esconden.
El parque Natural de Anaga ocupa la parte más al norte de la Isla, y está repleto de cactus gigantes, montañas y desfiladeros. Aunque sin duda lo más sorprendente son los cambios tan repentinos que hay en sus paisajes, así como encontrarse antiguas casas abandonadas construidas dentro de la propia montaña.
Después de un día intenso y repleto de contrastes, llegamos a nuestro apartamento en Mesa del Mar, un pequeño pueblo apartado y construido en la base de los acantilados. Sus enormes cristaleras nos permitían ver las puestas de sol cada tarde, con unas vistas increíbles del Teide, y del sol ocultándose tras el océano atlántico.
Aunque parezca que hemos cambiado de continente seguimos en Tenerife, concretamente en el arco de Tajao, un desierto formado por los restos de una erupción volcánica de hace 200 mil años. La lava se ha ido erosionando hasta tener la impresionante forma de hoy en día, donde los colores del desierto contrastan con el azul del cielo y el mar.
Al día siguiente llegó el momento de atravesar la isla, conduciendo por carreteras repletas de curvas y enormes llanuras, atravesando campos de lava y acantilados, para dirigirnos al final hacia lo que sería una experiencia difícil de olvidar.
En la costa sur de la isla, ayudado por la corriente del Golfo la vida submarina es tan abundante que apenas a unos metros de la costa es posible disfrutar de la presencia de tortugas y delfines.
Sin duda uno de los lugares más impresionantes de Tenerife es el Teide, un enorme volcán de 3700 metros de altura y 7500 metros sobre el lecho oceánico, que lo convierte en la montaña más alta de España, y el tercer volcán más alto de la Tierra. Rodeado por otros volcanes, campos de lava, y columnas de magma, sus paisajes parecen sacados de otro planeta. Para llegar a la cima, decidimos tomar el teleférico, que nos llevaría a 3500 metros de altura. Aunque ahí arriba es difícil respirar, nos aventuramos en una pequeña caminata hasta Pico Viejo, lugar de la última erupción en 1798. Las vistas del cráter con el resto de las islas de fondo son impresionantes, y dan que pensar sobre lo que pasaría en el caso de una nueva erupción.
Llegar a nuestro apartamento fue como aterrizar de lleno en el Paraíso. Rodeado de plataneros y plantas tropicales, desde la piscina se podía ver los acantilados terminando en increíbles playas de arena negra. El sol se ponía cada noche tras la isla de La Palma, creando los atardeceres más bonitos que probablemente he visto jamás.
No podíamos pasar por Tenerife sin visitar alguno de sus pueblos con más encanto, como La Laguna. Declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, o La Orotava famosa por su casa de los Balcones. Allí tuvimos la oportunidad de sumergirnos en la historia de la Canarias postcolonial, descubriendo el estilo de vida en las Islas hace 300 años.
En Icod de los vinos se encuentra el ya legendario Drago Milenario, con más de 18 metros de altura y aproximadamente 700 años de edad. Siguiendo las enrevesadas carreteras de la Isla llegamos a Masca, un pequeño pueblo escondido entre las laderas de las montañas.
En nuestro último día, decidimos despedirnos de la isla de la mejor forma posible, visitando una de sus playas más recónditas para disfrutar del amanecer. Ojalá hubierais podido verlo por vosotros mismos… La combinación de la arena negra con los primeros rayos de sol de la mañana crean un contraste tan espectacular como relajante, y el silencio absoluto sólo era interrumpido por las olas del mar.
Sin duda ha sido una semana repleta de contrastes, experiencias únicas y paisajes increíbles. Disfrutando cada día de atardeceres espectaculares, contacto con la naturaleza y desconexión de la rutina. Me muero de ganas de disfrutar más de las Islas Canarias.