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Había muchos invitados a la boda: sus amigos y colegas, los familiares y amigos de Roquelia. Pero no había nadie de su familia. Su padre se negó a asistir a la boda y prohibió a su madre que fuera. Los padres nunca aceptaron a la novia de su hijo, una plebeya indigna de su chico de oro. Pero a Sebastián esto no le molestó en absoluto. Si no querían venir, era asunto suyo. Nada ni nadie podría estropear este día, esta celebración para él al menos.