La historia del ferrocarril en México comienza a mediados del siglo XIX con la inauguración de la primera ruta: México-Veracruz; pero sería hasta el Porfiriato cuando tendría su mayor impulso. Durante esta época la red ferroviaria pasó de 670 kilómetros a cerca de 25 mil. Detrás de este auge se ocultaba una gran desigualdad y condiciones laborales injustas.
A principios del siglo XX los ferrocarrileros eran la clase obrera más numerosa y hartos de su situación se unieron a la candidatura de Francisco I. Madero con la esperanza de ser tomados en cuenta. Las elecciones de 1910 confirman dudosamente la victoria presidencial de Porfirio Díaz. Madero se levanta en armas, la Revolución se hace eminente y los ferrocarrileros son de los primeros en apoyar la causa.
Pronto los trenes se convirtieron en protagonistas de la guerra y en verdaderos cuarteles móviles utilizados por todos los bandos: obregonistas, convencionistas, carrancistas, zapatistas, constitucionalistas, villistas, orozquistas y maderistas.
Al término de la Revolución varios trenes y vías quedaron inservibles o en riesgoso estado. Su reconstrucción fue una tarea monumental; pero no cabe duda de que sin el ferrocarril la Revolución hubiera sido otra.