Por la noche, Crispo caminaba rápidamente por las calles de la ciudad donde había pasado su infancia y juventud. Su corazón latía en su pecho como un pájaro enjaulado, sus sienes palpitaban, y veía manchas de colores en sus ojos. Su respiración era irregular, pero apenas lo notaba. Solo quería alejarse lo más posible del restaurante, lejos de tal sorpresa. Después de todo, este viaje debería haber sido agradable y sencillo. Su amigo de la infancia, Eusebio, lo había invitado a su boda. Esto lo sorprendió, ya que había considerado a su amigo como un soltero empedernido durante mucho tiempo, y ahora tenía una boda. Crispo estaba ansioso por conocer a la mujer que había capturado a su amigo de espíritu libre y volver a conectar con su juventud y su ciudad natal. Por supuesto, Crispo no podía perder una oportunidad así, ya que era un punto brillante en sus días monótonos.