A lo largo de cinco siglos hubo un total de setenta emperadores en Roma. El primero de todos ellos, el que fundó un imperio que duraría tanto tiempo, fue Octavio Augusto. Lo hizo coincidiendo con el comienzo de nuestra era. Jesus de Nazaret, de hecho, nació durante el reinado de Augusto en un confín de imperio. Nunca fue coronado emperador ni rey. La monarquía en la antigua Roma no era vista con buenos ojos porque la ciudad había tenido reyes en el pasado y la cosa no había salido muy bien. Escogió el título de “Princeps Civitatis” (primer ciudadano), que en nuestro idioma alumbró la palabra príncipe. Su reinado puso fin a la república romana, pero también a un siglo de guerras civiles e inestabilidad política.
Y no sólo dentro de la propia Roma reinó la tranquilidad, también a lo largo de sus vastísimas fronteras que se extendían por tres continentes. Octavio Augusto fue el creador de la Pax Romana. Durante su reinado el imperio romano conoció una paz relativa. Augusto consolidó conquistas anteriores como la de las Galias, culminó la de Hispania con las guerras cántabras y anexionó Egipto.
Nadie, en principio, hubiese dicho que alguien como Cayo Octavio, hijo de una familia de la orden ecuestre y sobrino nieto de Julio César iba a llegar tan lejos. La república romana de su juventud era un estanque plagado de caimanes, pero se las arregló para sobrevivir y finalmente prevalecer sobre todos ellos. César le nombró hijo adoptivo y heredero antes de ser asesinado por los senadores. Eso le permitió quedarse con el sobrenombre de César y la lealtad de sus legiones. Junto a Marco Antonio y Marco Emilio Lépido conformó el segundo triunvirato del que se sirvieron para perseguir y derrotar a los asesinos de César. Los triunviros luego se declararon la guerra. Lépido se exilió y Marco Antonio fue derrotado por la flota de Octavio en la batalla de Accio.
Con todo el poder en sus manos Augusto restauró la república, pero sólo en apariencia. El Senado le concedió la autoridad suprema y vitalicia aunque siempre huyó de títulos monárquicos para evitar las suspicacias que habían acabado con la vida de su tío abuelo. Durante su reinado amplió el imperio, pero sufrió un gran revés en Germania. Más allá de las fronteras, alcanzó la paz con los partos y aseguró sus dominios con una serie de Estados colchón a los que clientelizó con dádivas y con la amenaza de anexionarlos como había hecho con Egipto tras la derrota de Marco Antonio y Cleopatra.
Su labor legislativa fue muy importante. Reformó el sistema fiscal, amplió la red de calzadas instituyendo un sistema de mensajería imperial llamado “cursus publicus” que se mantendría durante siglos. Estableció un ejército permanente, creo la Guardia Pretoriana y rehízo Roma a su gusto asegurando poco antes de morir que se había encontrado una ciudad de ladrillo y la dejaba de mármol. El legado más perdurable de Octavio fue el imperio romano y la paz armada que le acompañó durante cientos de años haciendo de Roma el centro mismo de la civilización. A su muerte, acaecida en el año 14 de nuestra era, la Roma republicana había desaparecido engullida por un imperio que le cambiaría la cara al mundo antiguo.
En El ContraSello con Alberto Garín:
- Historia de Hispanoamérica
- Nerón y el incendio de Roma
Bibliografía:
- "Historia de Roma" de Indro Montanelli - amzn.to/3DWdJit
- "Augusto" de VVAA - amzn.to/3p0STdv
- "El Imperio Romano" de Isaac Asimov - amzn.to/3dX6P1F
- "La República Romana" de Isaac Asimov - amzn.to/3yx1dok
“La ContraHistoria de España. Auge, caída y vuelta a empezar de un país en 28 episodios”… amzn.to/3kXcZ6i
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