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Necesitamos y decimos que queremos despertamiento. Sin embargo, los cristianos pulcros y superficiales del presente quisiéramos el Cielo abierto y el despertamiento realizado por el procedimiento cómodo de las máquinas que llamamos tragaperras. Pero Dios no ha mecanizado su glorioso poder para adaptarlo al embrague de la maquinaria religiosa de nuestros días.