Epicuro el canalla, propagó la idea del placer como finalidad suprema de la existencia, mientras se echaba la siesta bajo el sol griego, rodeado de sus discípulos bebiendo vino. Esto lo hizo desde su Jardín, un paraíso privado lleno de seguidores borrachos de su saber. Un club de la felicidad, donde hablaban sobre la muerte como si no tuviera importancia, y del amor como si fuera lo único que importa.
Sostenía que el dolor era algo natural y necesario, y que deberíamos acostumbrarnos a él. Que la búsqueda del placer implicaba apreciar los placeres cercanos y despreciar los lejanos. Que no debemos tener miedo a la muerte porque cuando ella esté, nosotros no estaremos para conocerla. Epicuro nos ofreció una filosofía basada en la búsqueda del placer moderado, la amistad y el conocimiento. Un rechazo de los dioses y las supersticiones, y un enfoque en la razón y la evidencia. Al final, este viejo griego tenía razón en una cosa: la vida es corta y deberíamos buscar la felicidad donde podamos encontrarla.
¿Qué nos ha dejado Epicuro que podamos emplearlo para vivir una vida mejor, veintitrés siglos más tarde?
Antes de aullar con furia porcina sobre detalles técnicos de los vídeos, te invito a que leas el siguiente decálogo:
fabiancbarrio.com/decalogo.html
La única rebelión posible es la personal. Cuando lo acepta, ese desgraciado individuo, conocido con el nombre de hombre, arrojado muy a pesar suyo en este rincón del Universo, es capaz de sembrar al fin algunas rosas en las espinas de la vida.
Soy Fabián C. Barrio, el viejo lesbiano que ulula sobre una roca en mitad del Mediterráneo. Escritor y viajero chipriota. Overlander majestuoso. Hablo para vivir. Soy el Alcalde.
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