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Papá, hoy te escribo.
Sé que nunca escucharás mis palabras,
o tal vez sí; no lo sé, solo el tiempo lo dirá.
Quiero contarte todo lo que ha pasado desde que te fuiste.
Apenas nos enteramos de tu partida,
mamá cayó en una profunda tristeza;
no ha habido día en que no te recuerde por alguna razón.
A veces, a la hora de la comida,
pronuncia tu nombre esperando a que bajes de tu estudio y comas con nosotros.
Entonces, se hace un terrible silencio en el comedor,
todos nos miramos, pero nadie se atreve a romper con el momento.
Finalmente, mamá exclama con los ojos vidriosos: perdón, es la costumbre.
Entonces mi hermana y yo nos vemos,
después bajamos la mirada y tratamos de comer sin hacer tanto ruido hasta que se disipa la tensión.
Por cierto, mi hermanita,
que parecía tan chica como para entender lo sucedido,
parece mostrarse inquieta a momentos.
Al dormir, a veces exclama inconsolablemente: «papá, papá, no te vayas»,
y en ocasiones, despierta agitada, sudando frío.
Inmediatamente corro a abrazarla, beso su frente
y le digo que todo estará bien, así me mantengo hasta que vuelve a quedarse dormida.
Por mi parte, llevo mi duelo por dentro.
Las personas me ven, piensan que soy muy fuerte,
o quizá que pretendo serlo, pero en realidad no lo soy.
Quizá soy más bien cobarde por no reconocer lo que siento o por no expresarlo.
No lo sé, ¿quién podría decírmelo? Nadie tiene respuestas para ello.
Mi fortaleza es aparente. Mientras por fuera trato de seguir con mi vida,
por dentro no dejo de cuestionarme «¿por qué esto? ¿Por qué aquello?».
Y es cierto, en ocasiones quisiera dejarlo todo, desaparecer,
no saber de nada ni de nadie, que tampoco sepan nada de mí,
pero luego me acuerdo de ti; me acuerdo de tus consejos, de todas tus enseñanzas
y me digo a mí mismo: quizá este sea el momento no solo para demostrarte,
también para demostrarme a mí mismo que nada de lo que me enseñaste fue en vano,
que ningún instante que pasaste a mi lado fue en vano,
que fuiste un gran padre y que por eso mismo soy un gran hijo.
Quizá…
El tiempo lo dirá.
Hoy por hoy solo quiero agradecerte y decirte que,
dondequiera que estés, ojalá puedas saber lo mucho que te amamos,
y que no importa cuantos años pasen,
siempre te recordaremos con el mismo cariño,
con la misma intensidad,
hoy, mañana y siempre.
Gracias papá.