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Querida mamá:
Debo decir que sigo sin encontrar fuerza suficiente para no llorar cuando te pienso, y el solo hecho de recordar que ya no estás más entre nosotros, me doblega, consigue someterme como si fuera apenas hoy que has partido.
Alguien dijo que cuando una persona fallece todos los días son el primer día, y estoy plenamente convencido de ello. Cada mañana, cada despertar, supone una agonía por la que debo pasar. Lo primero que sucede al abrir mis ojos es que he olvidado todo, por un instante no concibo pesar alguno, pero apenas vuelvo en mí, todo el peso de la realidad me arrebata de la calma encontrada en el descanso y me atribula al punto de volverse cada instante insoportable. Entonces, un constante pensamiento me asedia: mamá no está, mamá ha muerto. Y me tortura indefinidamente, suena en mi cabeza como el eco más despiadado que puede existir. Apenas me levanto de la cama, quiero volver a ella, cobijarme y esconderme del mundo para poder llorar hasta que no pueda brotar ni una sola lagrima más de mis ojos, hasta que enrojezcan y mis párpados parezcan inflamarse de tanto llorar. Anhelo tanto gritar desesperadamente hasta quedar afónico, hasta poder consumir esta terrible desesperación que me acompaña todos y cada uno de los días desde que no estás.
Los peores días son aquellos en que no puedo recurrir a esto, entonces tengo tantas ganas de llorar, pero mi llanto parece haberse secado, entonces siento cómo la angustia me inunda por dentro, y aunque por fuera parezca que todo está en calma, en realidad me siento morir; nada logra apagar mi mal estado, ninguna palabra me da consuelo suficiente: las personas dibujan un panorama que pasa por agradable, pero nadie puede decirme que volverás para abrazarme. No quiero otra cosa.
En fin, perdóname mamá, pero tenía que expresar todo el peso que llevo cargando desde entonces. Sé muy bien que nadie es culpable por este dolor; sé que no era tu deseo irte. Pero, ¡ay! Es que a veces nosotros los hijos no sabemos valorar a nuestros padres. La rutina nos lleva a creer que ahí estarán siempre, y como lo cotidiano suele desgastar todo lo que toca, le damos menos importancia a una visita, a una llamada; incluso llega a pesarnos un consejo, se nos vuelve fastidioso, y cuando dejan este mundo, ¡ah, cómo recordamos esos momentos y cómo nos arrepentimos, llegando incluso a desear poder revivir ese momento!
Tal vez yo no fui el mejor hijo, pero estoy convencido de que tú fuiste la mejor madre que jamás habría podido tener, incluso me atrevería a decir que no merecía una madre tan amorosa como tú, que merecías un mejor hijo. Pero en esto no se elige. Hoy me siento afortunado de haber tenido una madre como tú, y aunque no sé si algún día volveremos a vernos, quiero que sepas que cada día me esfuerzo por ser mejor. Tal vez ya no pude ser el mejor hijo, pero ahora me esfuerzo por ser mejor esposo, y pronto mejor padre. Todo lo que me enseñaste, me empeñaré por enseñarlo a mis hijos, quizá eso te haría doblemente orgullosa, no lo sé, por lo pronto, quiero darte las gracias y decirte aquello que ahora mismo, siento que me hizo falta decirlo cuando estabas entre nosotros:
Te amo mamá y te necesito.
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Music: Meditation Impromptu by Kevin McLeod under Creative Commons license.