Cecy Cony nació el 4 de abril de 1900 en Santa Vitoria del Palmar (Brasil); a los cinco años experimentó por primera vez y muy claramente la presencia de su Ángel de la guarda en un club de carnaval en el que se había perdido.
Desde aquel día de febrero o marzo de 1905, mi amigo (el Ángel) me acompañó siempre y a todo lugar. Su presencia me causaba alegría. Me infundía confianza. Le llamé en espíritu solamente “mi nuevo amigo”. Apenas cuando cumplí seis años llegué a conocer que era mi Ángel de la guarda.
Continuamente, el Ángel de la guarda intervenía exhortando, aconsejando y guiando su joven vida:
“Mi querido Ángel de la guarda estaba todo el tiempo conmigo.”
“Sin verlo con mis ojos, lo vi a mi lado.”
“La influencia de mi Ángel de la guarda sobre mi voluntad era más fuerte que todas las atracciones del mundo.”
En las tentaciones y dificultades, cuando la muchacha se hallaba en peligro de actuar equivocadamente, veía la tristeza en su Ángel de la guarda: “De inmediato sentí que mi Ángel de la guarda no estaba de acuerdo con mis intenciones.”
En el año 1915, de nuevo en el club de carnaval, como en 1905:
Ella tenía miedo de los enmascarados disfrazados. Se apartó del grupo y se pierde en la plaza. En ése momento se acordó de Dios y dijo: Estoy segura que mi Papá del cielo que lo ve y lo sabe todo me está viendo aquí, sola en éste lugar que no conozco. En ése momento se le aparece un enmascarado grandulón con una máscara horrible que la asió la mano y sintió terror.
Al mismo tiempo sintió que alguien apretaba su mano izquierda. Era mi “amigo” (el Ángel de la guarda).
En diciembre de 1938, la hermana María Antonia (Cony) enfermó gravemente; la noche del 24 al 25 de abril de 1939, Dios la llamó para sí. Poco después de la publicación de sus escritos hubo numerosas muestras de condescendencia; casi inmediatamente se habló en Brasil de la joven santa que podía realizar tantos milagros.