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En cientos de culturas encontramos relatos de personas que aseguran haber tenido encuentros con el mismísimo u otros aterradores seres y México no es la excepción a estos, pues en realidad algunas de los testimonios más escalofriantes de encuentros con el toman lugar en nuestro país y ninguno es tan imponente como el Charro Negro.
Historias sobre este misterioso ser pueden ser encontradas en diferentes regiones de México, donde aseguran que se trata de un demonio que le ofrece pactos a personas en situacione y plagándolos de maldiciones que acaban por completo con sus vidas.
Fue así que en el año de 1815, un joven hombre llamado Juan Carrizales se encontraba en la mejor etapa de su vida: Se había casado con una hermosa mujer llamada Mariana y acababan de descubrir que pronto se convertirían en padres. Y aunque su situación económica no era la mejor, Juan podía proveer lo necesario para su familia. Sin embargo, la felicidad no duraría para siempre.
Una noche, meses después, mientras caminaba de regreso a casa, Juan se desvió para tomar un atajo. El camino por el que iba era estrecho y atravezaba una oscura y zona de bosque; pero Juan quería llegar pronto a casa, a los brazos de su amada esposa y de sus dos hijos recién nacidos, un par de adorables gemelos llamados Miguel y Manuel.
Juan no quería admitirse a sí mismo que la idea de alguien acechándolo desde las sombras lo inquietaba, así que siguió caminando y se convenció a sí mismo de que el cansancio le estaba jugando una broma. Fue ahí cuando un intenso frío recorrió su espina dorsal, helándolo hasta los huesos. El camino se empezó a llenar de una gruesa neblina y nuevamente se escucharon las lentas pisadas del caballo, acercándose cada vez más. Asustado, Juan, tomó su linterna y volteó rápidamente. Detrás de él y a través de la neblina, se veía la silueta de un hombre cuyo rostro estaba cubierto por un sombrero de charro, montado en un imponente caballo del color de las sombras.
Juan decidió poner sus dudas atrás y vio el encuentro como una bendición disfrazada. Utilizó el oro para terminar de construír su casa, compró algo de ganado para poder alimentar a su familia y decidió nunca regresar al oscuro camino en el que se encontró al Charro.
Semanas después el pequeño Manuel había recuperado completamente su salud. La familia estaba más unida que nunca y con el oro que quedó, Juan comenzó a ampliar la granja que poco a poco habían construído.
Sin embargo, de nuevo y al cabo de un año, el pueblo fue abatido por un poderoso huracán que destruyó la mayor parte de la casa y la granja de los Carrizales, dejando a la familia en la miseria. Juan intentó levantar todo de nuevo, pero aún con todos sus ahorros, solo le alcanzó para reparar la casa.
Juan regresó feliz a su casa, se acostó a lado de su hermosa esposa y cayó en un profundo sueño, mientras imaginaba la prosperidad que les esperaba. Sin embargo un par de horas después un terrible frío lo despertó y fue cuando se dio cuenta que su esposa no estaba ahí; confundido Juan se levantó y revisó el cuarto de sus hijos, pero ellos tampoco estaban.
Aterrado, Juan bajó corriendo y vio la puerta abierta de par en par; dejando ver la espesa neblina que se encontraba en el exterior, donde apenas se podían distinguir las siluetas de su esposa e hijos. Juan corrió hacia ellos, pero a la mitad del camino sus piernas se congelaron y por más que lo intentaba no podía moverlas. Fue ahí cuando escuchó nuevamente el familiar galopar del caballo, seguido por la figura del Charro Negro, apareciendo a lado de Mariana y sus dos hijos, y extendiendo su huesuda mano, los invitó a subirse a bordo de su aterrador caballo.
La desesperación invadió a Juan, quien quería advertirle a su familia que no se fueran con él, pero sus intentos fueron en vano. Una vez que el Charro tenía a Mariana y los gemelos como sus pasajeros, miró fijamente a Juan con los atemorizantes ojos rojos que el hombre conocía tan bien, levantó nuevamente la mano mostrándole 3 dedos y se dio la vuelta, llevándose consigo a la familia Carrizales.
Fue en ese momento cuando Juan finalmente lo entendió.
Tres… Tres bolsas de oro… Tres almas vendidas al diablo.
#Badabun #Terror
TAVO BETANCOURT
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