26/10/2024- Conferencia de la Dra. Ana Gremo Roselló (Bióloga Forense). Presentan Isabel Izquierdo (Directora del Museo Arqueológico Nacional) y D. José María Fernández Sousa-Faro ( Presidente Fundación PharmaMar).
Durante la Revolución Rusa en 1918, el Zar Nicolás II, su esposa y sus hijos fueron asesinados, y aunque se especuló que una de sus hijas, Anastasia, pudo haber sobrevivido, nunca se encontraron sus cuerpos. En 1992, se exhumaron unos restos óseos cerca de los montes Urales que podrían pertenecer a la familia imperial, y se realizaron pruebas antropológicas, morfológicas, odontológicas y arqueológicas, así como pruebas de ADN para comparar con los parientes vivos de la familia Romanov. Aunque las pruebas de ADN parecían confirmar que los esqueletos pertenecían a la familia Romanov, faltaban dos cuerpos en la fosa común, lo que generó polémica y dudas sobre la autenticidad de los restos y la fiabilidad de las pruebas.
En 2007, se encontraron nuevos restos óseos y se realizaron análisis en tres laboratorios independientes, lo que llevó a confirmar que se trataba de los dos esqueletos que faltaban. Desde entonces, se han realizado más análisis, peritajes jurídico-históricos y de archivos, y en 2020 el Comité de Investigación de Rusia re-confirmó que los huesos pertenecían a la familia real. Sin embargo, la Iglesia Ortodoxa Rusa sigue sin pronunciarse sobre la autenticidad de los huesos y se ha creado una comisión y un comité de expertos para seguir investigando. La controversia continúa más de tres décadas después de los primeros análisis.